Xenofobia es un término que hace referencia a un sentimiento de aversión exagerada, temor, angustia incontrolable que padece alguien frente a otro ser humano (el extranjero), tan sólo porque lo percibe distinto a él, ya sea porque ha nacido en un país distinto o porque tiene un color de piel diferente, profesa otra religión, tiene otras costumbres o cualquier otra razón.
Muchas veces este sentimiento negativo se asemeja a la obsesión generando serios daños al tejido social, situación que se agrava cuando el sujeto xenófobo pasa a la acción ya sea a través de actos discriminatorios o lesionando derechos del extranjero. Pero más grave es la situación que sufren los extranjeros cuando esos sentimientos son promovidos por las autoridades del país receptor, generando un sistema de persecución policial y/o judicial. Otras veces ese sentimiento xenófobo no se advierte a simple vista y se requiere de todo un proceso penal para demostrar su existencia.
En este sentido quiero contarles el caso de Lin WanBiao, un ciudadano chino a quien representé como abogada defensora en el juicio penal seguido en su contra por el delito de trata de personas, un delito realmente grave cuya pena oscila entre los 8 a 12 años de prisión.
Al asumir su representación, Lin estaba cumpliendo casi un año de prisión preventiva, se le habían decomisado todos sus bienes (un humilde supermercado, sus instalaciones y mercaderías). Al leer el expediente descubrí que estaba siendo acusado por un delito que jamás cometió. La exigencia era doble en ese sentido y mi compromiso era demostrarlo ante la justicia.
La historia detrás de la acusación
Lin, vino a la Argentina en el año 2005 buscando un futuro mejor, ya que en Fujian trabajaba en el campo, cultivando verduras. Vino solo y dejó atrás a su familia compuesta por su esposa y dos hijos menores. Algo muy usual, cuando los extranjeros no cuentan con recursos económicos suficientes para viajar todos juntos. Luego de unos años la familia finalmente se reunió aquí en la Argentina. Lin trabajó en distintos supermercados, no conoció lo que son francos ni vacaciones, reunió algo de dinero y es así que con la ayuda de dos hermanas que seguían viviendo en China pudo comprar en junio del 2014 el fondo de comercio de un supermercado ubicado en el barrio de Villa Lugano de la Capital Federal.
Él no sabía, que una persona de apellido Chen, a quien tampoco conocía, había consignado en el año 2010 ese domicilio al tramitar su documento argentino. Tampoco sabía que a ese señor Chen, se lo estaba investigando desde el año 2013 por el envío de unas encomiendas a China que contenían pasaportes con visas argentinas falsas.
La investigación
Entonces, ¿por qué se lo estaba investigando a Lin? ¿por qué, si era inocente, estaba privado de su libertad?
La respuesta es lamentablemente sencilla, porque fue víctima del prejuicio, la estigmatización y la xenofobia más encarnada en los investigadores policiales.
La investigación ya había determinado años atrás que al tal Chen no se lo hallaba en el local de Lin y que incluso aquel vivía en otro lugar. Es decir, no había ninguna vinculación actual entre ambos domicilios.
Pero, las pesquisas se reactivaron también porque el Poder Ejecutivo, motivado por el clamor popular de la época, dictó el decreto 70/2017 que modificaba la Ley de Migraciones Nº 25.871. Ese decreto establecía procesos sumarísimos de expulsión, por lo tanto, no le daba la oportunidad a los extranjeros de gozar de las garantías de presunción de inocencia y debido proceso, ya que se los podía expulsar con la sola acusación, sin que tuvieran que someterlo a un juicio oral y público como sucede con el resto de los ciudadanos. La acusación equivalía a la condena. Es así como las fuerzas policiales comenzaron a ganar mayor poder y los organismos públicos se dedicaron a inspeccionar todos los emprendimientos comerciales en donde trabajaban extranjeros, se trató de una verdadera persecución.
Popularmente este decreto acrecentó la xenofobia, generalmente existente pero controlada y era común escuchar cómo se equiparaba al extranjero con un delincuente. Fue así que la investigación se reactivó 4 años después, el juez ordenó que la división Trata de personas de la Policía Federal Argentina comenzara a realizar tareas de inteligencia de manera encubierta, con la finalidad de que le informaran si en el supermercado de Lin se cometía alguna conducta violatoria a alguna ley. Aquí el primer gran error, puesto que el objeto de investigación debe ser claro, preciso, el personal policial debe saber que es lo que debe buscar, pues de lo contrario se alienta la arbitrariedad, como sucedió en este caso.
El buscado Chen no fue hallado y los policías que lideraron la investigación actuaron bajo la premisa “algo debemos encontrar” y algo encontraron. Una familia con costumbres diferentes, cuyos miembros colaboraban en el emprendimiento comercial y vivían dentro del supermercado, además de la presencia de un menor en dichas instalaciones, hijo de mi asistido, vínculo que a nadie le importó.
Muy raro para ellos, muy común para la comunidad china.
Esos prejuicios fueron los que los llevaron a tratar a Lin como a un delincuente, a acusarlo indebidamente y a someterlo a un proceso penal que padeció durante más de 4 años y que terminó recién a fin de abril de este 2021.
El Fiscal de juicio, el Dr. Hernán Schapiro y el Juez del Tribunal Oral Federal Nº1 de La Plata, Dr. José Antonio Michilini advirtieron lo que esta defensa estaba probando enfáticamente y es que estaban frente a un ciudadano trabajador, humilde e inocente que había sido acusado injustamente, por lo que se decidió su absolución.
Lin cargó con el estigma y el prejuicio, se lo puso en la misma bolsa que al supuesto autor de los delitos, tan sólo por ser chino, por tener costumbres e idioma diferentes y porque algo había que encontrar.
En conmemoración del día internacional de los refugiados sostengo que: “No hay mejor refugio para los ciudadanos del mundo que vivir al amparo de la ley”.
Fuente:
Nota publicada en la revista “Tribuna digital” Edición 10, junio 2021.
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