La tragedia de público conocimiento acontecida en Once con una formación del ferrocarril Sarmiento, nos ha sumergido a todos en un profundo dolor y sentimiento de horror y angustia, por la gran cantidad de víctimas que se podrían haber evitado. Una vez más, los argentinos nos vemos sacudidos por el dantesco espectáculo de tantas muertes evitables, de tanta víctima inocente sacrificada en el altar de la impericia, de la desidia criminal de un grupo empresarial inescrupuloso que explota un servicio que está lejos, muy lejos de satisfacer algún estándar mínimo de seguridad y ni que hablar de comodidad de los sufridos usuarios que diariamente sufren el castigo de usarlo como medio de transporte para ir y volver de sus trabajos, personas humildes, de bajos recursos que tal vez arriesguen su vida por no perder el bendito “presentismo”, como si diez minutos más o menos en una actividad laboral fueran más importantes que la vida o la salud de las personas. Pero en fin, eso da para otro debate.